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Tenemos tiempo
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- 💙 Can Felipa, Barcelona, Spain
- 💚 Clàudia Elies, Lucía C. Pino
- 🖤 weecolors
- 💜 Leto Ybarra
- 💛 David Zarzoso
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Colocas el ramo encima de la mesa. Lo abres arrancando por la mitad el papel que envuelve las flores para que se vean con los tallos. Bajas al gimnasio a trabajar los bíceps, levantador de pesas, bombeador de volumen. Tus músculos van reteniendo con las mancuernas la obstinación por los mismos movimientos. Debajo de la piel agua mezclada con etanol, lo que suma una magnitud sorprendente. Arriba, abrirán la puerta de casa, y encontrarán las flores. Sin duda tú estarás pensando en otra cosa, pero para entonces el amor se habrá puesto en marcha y trabajará para ti.
[¿Alguna vez has acariciado un caballo, bajando la mano en línea recta entre sus ojos? Yo sí. Esa imagen, al invocarla, está pegada a mí. El caballo, la mano, recortados, ocupan toda la pantalla. Es una cercanía mediada por lo emocional, en la que el close-up se come al resto. No hay pasto, ni río ni poste ni cielo, los elementos que sustentan la escena hay que buscarlos distribuidos en los propios cuerpos.]
El ramo en el suelo, estáis juntos y las vistas desde la ventana son gigantes. Con su tamaño, con todo su peso te bloquea en una posición horizontal y pone todo su trabajo y pesadez en amoldarte entre el mueble y sus huesos. Aprieta como si intentase dejar marcada esa postura en tu repertorio de gestos, trampear para que hubiese mucho más tiempo con él (el que ya ha habido para ti tampoco es suficiente) almacenado en ti. Tú también querrás acorralarlo, ejercer en él actividades que violan la ley de la reversibilidad, domesticarlo en tus costumbres, envolverlo aunque sea viajando vuelta tras vuelta por las tuberías de su edificio, repasándolas hasta inundarlo. Te explica que la nieve absorbe el sonido y que quizá también por ello la “literatura del norte” está llena de descripciones del silencio del invierno. En la calle detalle de una paloma sentada en la acera al sol. Un pequeño balanceo.
[Vi en una horse opera cómo el caballo iba lentamente quitándose las herraduras, contra una piedra y con la boca, sin que el cowboy se diese cuenta.]
A veces te comportas como si ciertas personas fuesen tu único acceso al mundo, impresionado por la energía que es capaz de sostener esta ciudad y por tu repentino desinterés en coserte a ella. Como el pensamiento, el amante se va alejando en secuencias. Va esparciendo un poco de tí ya en otra ciudad, lo que queda de ti en su puño, una capa muy suave que a lo largo de los kilómetros se transacciona en tickets, se pega en el asiento aterciopelado del autobús, en el paquete con muchísimas capas de papel de embalaje que abraza muy quieta la señora de al lado, en la ventana que ahora pasa por un bosque de ladrillos. En vuestra mente se amplifica ese subtexto, o por lo menos en la tuya, en el que su mano va haciendo del amor cada vez un espacio más grande.
Atenuada la influencia de las estaciones los regalos lanzados al vacío florecen fuera de su época y demandan tu atención. Pero lo hacen de manera muy suave ¿Bombear sin desgaste? Bombear con la amplitud del paisaje y la condensación del músculo.
Leto Ybarra